20 ago 2007

Joaquín




Joaquín es tan reservado que los demás siempre tienen que adivinar qué piensa, lo que provoca continuos malentendidos.
Joaquín había recibido un aviso de Correos, lleno de curiosidad se dirigió a la oficina de Correos y recogió un voluminoso paquete.

Una vez en casa, lo abrió y se encontró con una caja de cartón negra, del tamaño de una caja de zapatos, herméticamente cerrada. La acompañaba una nota que decía: “No abras la caja hasta que no tengas la certeza de saber lo que contiene”. La nota iba firmada por su viejo amigo Max.
Joaquín estaba totalmente desconcertado. Había llamado a Max la semana anterior para comentarle algunos problemas que estaba teniendo y, probablemente la caja era su respuesta. Pero lo cierto era que se sentía incapaz de entenderla.
Intentando dar sentido, rememoró la larga conversación que habían tenido. Joaquín le había hablado de importantes malentendidos que había tenido con personas de su entorno. Max le había preguntado si él había estado dando pie a estos malentendidos, yJoaquín lo había negado. Maax le había prometido reflexionar al respecto. Un par de días después, Max llamó a Joaquín:
- Te mando un pequeño obsequio – le dijo-. Confío en que te sea de ayuda.

Joaquín inspeccionó la caja con detalle. Estaba cerrada, era absolutamente opaca y resultaba imposible saber su contenido. Pesaba poco y, al moverla, no hacía ningún ruido.Conociendo a Max, estaba seguro que no sería ningún regalo tradicional, ni de valor, sino más bien algo simbólico ya que tenía que ser un regalo relacionado con su “problema”. Pero por más que le daba vueltas, no adivinaba qué podía ser.

Intentando no obsesionarse dejó la caja encima de la mesa y continuó haciendo sus actividades previstas, pasó el día fuera de casa pero en ningún momento pudo quitarse la caja de la cabeza. Y cuanto más le daba a la cabeza, más ideas disparatadas se le ocurrían: alguna pócima, un soplo de aire puro. Aquella noche incapaz de descifrar el enigma, le escribió un correo electrónico. El texto decía: “Me rindo”.
Max lo llamó por teléfono a la mañana siguiente:
- ¿Así que no has logrado saber qué contiene la caja?
- Pues no. Una caja cerrada no da muchas pistas.
- ¿Pero habrás imaginado cosas?
- Sí, y algunas te gustarían porque van mucho contigo. La verdad que he dejado volar mi imaginación y se me ha ocurrido un montón de ideas, a la cual más disparatada.
- ¿Hay alguna que creas posible?
- Estoy seguro de que no me he acercado ni por casualidad, una caja opaca no deja ver nada…
- Es una caja tan opaca como tu mente, que no deja ver tus sentimientos.
Joaquín se quedó helado, Max consciente de que necesitaba una explicación, le dijo todos nosotros, nuestros amigos y yo coincidimos en que eres, por lo general, muy reacio a expresar lo que piensas.
- Si es cierto.
- Tu mente es a menudo como “la caja negra” que te he mandado: oculta tus pensamientos a los ojos de los demás, lo que nos obliga a usar la imaginación para encontrar explicación a lo que piensas.
Joaquín, permanecía en silencio.
- Como no nos dices lo que piensas, nosotros tenemos que usar la imaginación y es difícil que lo que imaginamos tenga que ver con la realidad.
Max autorizó a abrir la caja. Encontró dentro dos cajas más: una transparente, que dejaba ver el interior, y otra opaca, que ocultaba de nuevo su contenido. La opaca era mucho más pequeña. La caja transparente era para todos los pensamientos que tenía que tener a las vistas de los demás. La opaca, mucho más pequeña, sería para los pensamientos, los menos, que decidiera guardarse para sí mismos. Cuanto más grande es la caja transparente los malentendidos serán menores y hacen de la caja pequeña y negra un empequeñecimiento. Todos guardamos en nuestro interior nuestras cosas, esas particulares, pero cuantas menos mejor…