
Después de girar varias veces los pasos sobre sí misma, se rindió a la evidencia.
Advirtió, alarmada, que su circuito -conjunto de los puntos de un plano- le hacía rotar en redondo 360 grados y volver siempre al inicio.
Un círculo digno de confianza debe conocer el principio y fin de cada paso y debe dar facilidades para que el cerco se abra.
Y ella, volvía siempre al principio y otra vez a dar la vuelta, y ese movimiento le imposibilitaba poder mirar lo que ocurría tras la ventana.
Subió a la azotea para hacer dos comprobaciones.
1- gritar todas las palabras que desearía no haber dicho nunca, para verificar si era cierto que: "las palabras se las lleva el viento" y que sólo lo escrito permanece...
2- vocear las que si, desearía haber escuchado, para tener la evidencia que el eco se las devolvía ampliadas...